Daniela Muñoz Barroso (Cuba, 1994) es una de las realizadoras y productoras emergentes que he seguido con mayor atención en los últimos años. Mi admiración no es heredada ni tiene como trasfondo una idea abstracta sobre quien es una de las fundadoras de Estudio ST. Confío en su su ojo crítico y su ética, la he visto moverse en la organización de festivales y eventos cinematográficos con un ánimo entusiasta y colaborativo que destruye apatías y hartazgos[1].
Nunca antes conversamos sobre Mafifa (Gladys Linares Acuña, fallecida en Santiago de Cuba el 12 de julio de 1984), el personaje popular que inspiró su proyecto de largo documental por el que recibió apoyo en la primera convocatoria del Fondo de Fomento del Cine Cubano. Mafifa pertenece al terreno de la mitología viva, y esto me recuerda nuestras conversaciones sobre poesía. ¿Cómo se acerca Daniela al mito, a la huella que representa Mafifa en la tradición de la Conga de Los Hoyos? ¿Busca retratar el recuerdo de la «campanera mayor» de Cuba? ¿Qué significaba ser una campanera mayor? Mafifa es la indagación etnográfica, la leyenda, el empirismo, el rastro; Mafifa es ese lugar que le inquieta y desconoce, pero que despierta (como la poesía) su curiosidad.
El curioseo me hace pensar en ¿Qué remedio? La Parranda, que después de estrenarse en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano formó parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Trinidad y Tobago, 2018. Esa obra se sumerge en la fiesta popular desde el relato de sus protagonistas, se concentra en las estrategias y condiciones en las que tiene lugar la fiesta anual, la competitividad e invención en medio de la precariedad. Las interferencias y sucesos de ese Remedios conectan con las pulsiones que le han llevado hasta el oriente del país; pero advierto que tiende ahora a lo autorreferencial, que escucha con los ojos.
Esta conversación cartografía los desplazamientos de la realizadora con la intención de conocer un poco más sobre su poética.
Empiezo con una pregunta que parece vaga. Tómala como una invitación a hacer una declaración como documentalista ¿Qué te obsesiona del género documental?
No estoy segura de que mis obsesiones tengan un nombre. En cualquier caso, lo que me obsesiona del cine documental es el reto de salir a filmar sin estar completamente segura de lo que voy a encontrar. La aventura de avanzar pisando sobre la incertidumbre, como en un sueño. Cada puerta que abrimos oculta paisajes inesperados, mutables, mortales y, a menudo, trascendentales, que en el instante en que los registramos se incorporan como partículas de nuestras propias células.
Sin embargo, en la ficción, como en la no ficción (y en todo lo demás), también se puede encontrar esa magia, la adrenalina que genera entregarse a la película y que sea ella, por momentos, quien nos dirija. Permitir que nos sorprendan los recursos propios de ciertas locaciones, el trabajo recíproco con los no actores, o la libertad con la que puedan trabajar los actores; los guiones flexibles, el arte colectivo… Como un embrujo, filmar atraída por lo desconocido.
Y una debe ir encontrando el rumbo en cada paso, evitando caer al abismo. Luego hay que sentarse a editar (un juego de rompecabezas o Tetris), y esa es la peor parte, cuando debes elegir solo uno entre tantos caminos.
¿Cómo fue la experiencia de dirigir, producir y fotografiar tu ópera prima documental ¿Qué remedio? La Parranda?
En 2017 tenía que hacer mi tesis de Dirección de Fotografía de FAMCA. Se suponía que debía trabajar en el material de otro director, aunque tenía la libertad de hacer el mío propio. Por tanto, eso fue lo que hice, aproveché los límites de tiempo que te proporciona el tener que graduarte y me fui a Remedios a filmar mi tesis sobre fotografía documental.
Había estado en dos ocasiones en aquella fiesta popular, me fascinaba la idea de perderme en el humo cazando con mi cámara los rostros iluminados por los fuegos artificiales (artesanales). Compartir un trago de ron, un tabaco, prender un volador, llenarse la cara de tizne, gritar porque ganaba un barrio, descubrir la noche más iluminada entre las carrozas y las explosiones… Quería saber cómo se organizaba una parranda, y sobre todo, ¿quiénes la organizaban?, ¿quiénes eran aquellas personas tan apasionadas que se volvían completamente locas durante una noche del año?, ¿a qué se entregaban?, ¿por qué? La tesis facilitó la oportunidad de saberlo y, de paso, guardarlo en la memoria. También sembró un precedente en mí, porque definitivamente comprendí que no era tan complejo filmar, que había un tipo de película que yo podía hacer sin depender de tantos elementos.
Fue un delirio, una alucinación. Durante la parranda de Remedios todo es pólvora y conga y yo dejé que eso penetrara en mis pulmones, o lo que es lo mismo, en la cámara. ¿Qué remedio… fue el primer paso hacia el abismo, hacia la locura. Tiempo después aprendí que en el montaje hay que reducir toda esa velocidad, o disfrazarnos por un tiempo de cirujanas…
Mafifa es tu trabajo más ambicioso hasta la fecha. ¿Cómo inició el proceso de investigación? ¿Sobre qué te sentías atraída, conmovida? ¿Qué simbolizan para ti Mafifa, el espacio sonoro de la conga santiaguera, la ciudad?
Yo fui a Santiago de Cuba buscando a Mafifa, una mujer que tocaba conga hace cuarenta años en un mundo totalmente ocupado por hombres (¡y qué hombres!, machos grandes, fortachones, enérgicos, curdas). ¿Qué hacía ella ahí? ¿Cómo llegó? Todavía me lo pregunto, y esas preguntas se volvieron el impulso inicial y, más tarde, el móvil de la película.
Escribí un proyecto, me monté en un camión y me fui… Allá me dejé llevar por la vorágine de la conga santiaguera. En medio del sopor a veces pensaba que me estaba perdiendo lo esencial. ¿Qué era lo esencial? No podía ser el sonido inaudible para mí de la campana en medio de aquella ráfaga grotesca de tambores. Debía ser algo más grande, tal vez un túnel que se iba construyendo a medida que investigaba, un espacio en penumbras entre el ideal que yo iba armando de esta mujer, Mafifa, y mi ansia de libertad.
Todavía soy esa persona que se pregunta cómo es la libertad. Esta comenzó a mostrarse solitaria, abandonada por la razón. Entonces, quise saber si Mafifa había sido feliz.
Lo esencial era tal vez algo más simple, una melodía, pero yo me fui perdiendo en el camino y llegué al mar.
Háblame de tu relación con los territorios geográficos y corporales. Siento que tu cine se cuestiona, de modos más fenomenológicos o autorreferenciales, ese viaje perpetuo a lugares muy concretos en un hurgar en ti misma.
No sabría explicarlo, son viajes que he ido encontrando, formas de salirme de mí, y mientras más salgo, más cerca estoy del centro. Como en un viaje espacial, me imagino alejándome de mi casa, de mi isla, de mi continente, todo cada vez más lejos, y ya desde arriba puedo ver la Tierra. Sería lo mismo que estar cerca de la lava de un volcán. Pareciera que no tengo idea de lo que estoy diciendo, pero es una sensación muy exacta…
Creo que el cine ha sido una herramienta para dejar salir, para soltar la rabia, el dolor, todas esas emociones que una siempre guarda un poco dentro de sí misma. Por eso, tal vez no estructuro bien las ideas, debo aprender a enfriar un poco mi cabeza cuando termino de «soltar todo», precisamente para seguir haciéndolo.
¿Cómo percibes la existencia y desarrollo del Fondo de Fomento del Cine Cubano?
El Fondo era necesario, es necesario y es una victoria del gremio del cine, que estuvo años luchando para que se hiciera real.
En Cuba hay muchos deseos de hacer cine, y se ha venido haciendo, y se seguiría haciendo, aunque no existiera el Fondo, pero ahora algunos cineastas podremos de vez en cuando vivir de hacer películas accediendo a un fondo nacional. Es necesario no solo para los creadores independientes y la vida de sus películas, sino para el crecimiento del ICAIC como institución cultural.
Tal vez ahora podamos concentrarnos un poco más en distribuir mejor nuestro cine. Descubriremos los resultados a largo plazo.
Lamentablemente, quedará al margen del Fondo el cine que no puede pertenecer al Registro del Creador Audiovisual. El Registro será entonces un filtro.
¿El financiamiento que recibieron es suficiente para culminar la obra? ¿Cómo vas repensando Mafifa en este momento del proceso?
El financiamiento es suficiente a pesar de que recibimos el cincuenta por ciento de lo que fue solicitado, es suficiente a pesar de la unificación monetaria y, en consecuencia, de la devaluación del peso cubano. Es suficiente porque hacemos estas películas a base de pasión. Pero no solo de pasión se vive. Por eso para Leyla Montero, la productora, y para mí, en el proceso largo que se acerca, lo fundamental es cumplir con los honorarios que responden al tiempo y sustento de nuestro equipo.
Ahora empezaremos a jugar al rompecabezas. El montaje es el inicio de otro viaje.
¿Podrías compartir algunas impresiones como cineasta feminista sobre el gremio cinematográfico?
Creo que en cuanto uno entiende y asume que hay un sistema patriarcal que rige la sociedad en la que hemos nacido y en la cual nos han educado, comienza a nacer una nueva forma de ver el mundo y eso se extrapola inevitablemente a esas formas en que hacemos el cine, el proceso y la obra final.
Uno se da cuenta cuando lo ve en la pantalla, y lo agradece. Hay una forma de abordar los temas, de filmar el plano, de transmitir ciertas emociones a través del sonido que no están completamente viciadas por este sistema ni tampoco por esas nuevas formas panfletarias de abordar el feminismo.
Al principio pensé que no podría hacer mucho a través del cine. Pero mi cine es una ramificación de mi ser y por tanto un acto de confesión. Entonces fui descubriendo que en cada plano que tomaba, en cada sonido que elegíamos, en las ideas, en los temas, estaba el feminismo de manera espontánea, gritando.
Eso es lo que está pasando con la obra de muchos creadores, y por eso es importante haber conquistado esos espacios, esas herramientas.
Más tarde, comprendí que necesitaba articular mi aprendizaje profesional y mi sensibilidad ante las cuestiones de género. O sea, poder deconstruir un argumento cinematográfico rociado de prejuicios, estereotipos y estigmas adquiridos, innecesarios, inclusive a nivel dramatúrgico, basándome en mis conocimientos como cineasta, mujer y feminista.
¿Desde qué ideas definirías a los cineastas de tu generación? Veo en ti a una productora y gestora imparable, desde Estudio ST, la Muestra Joven, etcétera. Quizás sea útil escuchar una caracterización de ese cine emergente desde tu quehacer.
No puedo definir a los cineastas de mi generación. Es muy pronto y sé muy poco. Por el momento, busquemos filmar el plano que nos despierta en la madrugada, exijamos la libertad artística que merecemos como individuos. Eso es lo que nos une.
[1] En el Festival Universitario Imago (2013-2015) y como miembro de la junta directiva de la Muestra Joven ICAIC (2018-2020), además de productora de las ediciones 12 y 13 de Haciendo Cine.