Si yo fuera programadora de alguna cinemateca me dedicaría a juntar títulos de filmes sobre mujeres viviendo bajo el islam, desafiando el islam, amando, pariendo, maternando, estudiando y ascendiendo social y profesionalmente a pesar de la sombra del islam, o de lo que los hombres musulmanes han decidido interpretar de las sagradas escrituras atribuidas al profeta Mahoma, según inspiración del arcángel Gabriel.
Porque entre los temas que me son más apetecibles están aquellos que los filmes de procedencia árabe dedican a la representación del sujeto femenino; sobre todo en los últimos lustros, cuando se ha verificado el ascenso de no pocas mujeres a la dirección de cine en la geografía norafricana y medioriental.
Dentro de esta vertiente reconozco a Papicha. Sueños de libertad (2019, coproducción de Argelia, Francia, Bélgica, Catar). Su directora franco-argelina Mounia Meddour, nacida en Moscú e hija del realizador Azzedine Meddour, se une a Fadette Drouard en la escritura del guion de su ópera prima con una fuerte impronta autobiográfica, pues su familia debió abandonar el país durante los años del terror que describe el filme, ante las amenazas de muerte recibidas por su padre.

Yo era una niña, pero nunca olvidé el nombre de Houari Boumedienne (1932-1978), el líder socialista argelino y presidente de su país, al que se le brindó un multitudinario recibimiento en 1974 cuando visitó Cuba. Parecía que, al fin, para el pueblo que retratara Gillo Pontecorvo en La batalla de argel, había llegado la paz, el desarrollo y la democracia. Sin embargo, trece años después de la desaparición física de Boumedienne, estalla una guerra civil en Argelia, que duraría una década. Grupos fundamentalistas dominan el territorio y amenazan con establecer un Estado islámico.
En ese contexto, Nedjma (Lyna Khoudri), de 18 años, estudiante alojada en la ciudad universitaria de Argel, sueña con convertirse en estilista y se niega a que los trágicos sucesos de la llamada «década negra» le impidan llevar una vida normal. Nedjma y algunas de sus compañeras, escapan del albergue por las noches para asistir a discotecas donde se maquillan y visten a la usanza occidental, para olvidar el duro panorama sociopolítico que vivirá Argelia entre 1991 y 2002.
La joven aspira a ser diseñadora y ha comenzado a probar suerte vendiendo sus propias confecciones a su incipiente clientela en los baños de la discoteca. Su verdadero desafío será preparar un desfile de modas en el campus, con el apoyo de la decana. Pero el asunto se va tornando muy difícil con la escalada que las fuerzas del fundamentalismo islámico experimentan por aquellos días, y con el nivel de control que ejercen sobre los cuerpos de las mujeres y los espacios por los que ellas circulan.
El clima de incertidumbre y violencia desatada se aprecia en el filme en tres variantes principales: el ataque individual con intención de escarmiento que llega hasta el asesinato; la violencia típicamente machista expresada en la violación, y el asalto de gran voltaje con vistas al exterminio de un grupo social, en este caso, de las estudiantes universitarias, en especial las papichas o jóvenes que visten a la moda y asumen hábitos occidentales. Todo esto ocurre con la cooperación de algunas mujeres reclutadas por los integristas. Es típico que, en situaciones de conflicto político-religioso, las facciones se apoyen en la complicidad de ciertos representantes del sector oprimido. En una suerte de Síndrome de Estocolmo, el cordero se identifica con el lobo.

Tal y como ocurre hoy en Afganistán, la idea era cercenar toda iniciativa que promoviera el acceso a la educación, la realización profesional y social de las mujeres, así como asegurar su confinamiento en el espacio privado doméstico donde están sujetas al control masculino, y a merced de la voluntad del amo del harem.
Lo mismo que Papicha. Sueños de libertad, filme centrado en la exposición de una realidad que denuncia, y con un acertado nivel técnico y artístico, otros filmes de diferentes latitudes dentro del propio mundo árabe, nos señalan, con igual pericia e impacto, escenarios de masacre y brutalidad (Timbuktu, Abderramane Sissako, 2014), a lo que se añade la tragedia que supone ser víctima de homofobia y xenofobia (Flee, Jonas Poher Rasmussen, 2021).
También en calidad deópera prima, otra realizadora, Maysaloun Hamoud, cuenta en Bar Bahar. Entre dos mundos (2016), la vida de tres muchachas palestinas, quienes comparten un apartamento en Tel Aviv, Israel, enfrentando xenofobia y sexismo. Leila (Mouna Hawa) es una abogada criminalista liberal, Nour (Shaden Kanboura) es estudiante universitaria de informática y Salma (Sana Jammelieh), es una Dj lesbiana que trabaja en una discoteca.
Entre 2010 y 2012 el norte de África y Medio Oriente era estremecido por la «La primavera árabe», amplio movimiento de protestas populares que se extendió por varias naciones, y que, como afirma Tawakkul Karman, madre de la revolución en el Yemen y premio Nobel de la paz en 2011: «Puso de relieve el importante papel que podían desempeñar las mujeres en la lucha contra la resistencia al cambio, la ausencia de una verdadera reforma política y el exceso de nepotismo, corrupción y cohecho en los regímenes autoritarios».[i]

En medio de tales disturbios, el cineasta iraní Mohsen Makhmalbaf estrenaba en Cannes su filme Kandahar (2011) cuya trama incluye el sistema de prohibiciones deshumanizantes a que ha estado sometida la mujer afgana, y que se basan en una aberrante interpretación de las escrituras coránicas.
No es prudente obviar la complejidad que revisten los enfoques feministas cuando se intenta explicar la multitud de posiciones, reclamos y perspectivas que, desde la matriz cultural y antropológica, complejizan la situación de la mujer bajo el islam. En primer lugar, porque su localización geográfica es extensa, y su diversidad inconmensurable. Sobre la base del respeto y la sororidad, podemos entendernos y apoyarnos. Ni ellas están tan atrasadas que, llegado el momento, no puedan ser una fuerza telúrica contra el patriarcado, ni nosotras vamos tan adelante que no podamos identificar las zonas comunes de dolor que nos atraviesan.
[i] https://www.un.org